Tokelau (.tk), el «paraíso del cibercrimen» está en este archipiélago
del Pacífico, pero sus habitantes quieren limpiar su nombre.
Los anales de Internet esconden innumerables historias sobre lo que ocurre
cuando la occidentalizada gestión de los dominios web se cruza con algunos
países del Sur Global. Lo más habitual, como en el caso de Tuvalu –una isla
polinesia que gestiona el dominio .tv– o Anguila –la isla caribeña que
gestiona el .ai tan codiciado por las empresas de inteligencia artificial– es que esa pequeña pieza de la digitalización, que personaliza las
direcciones de las páginas web, se convierta en una mina de oro para estas
comunidades.
Pero un dominio de éxito también puede mostrar otra cara. La del peor «colonialismo digital», advierten en Tokelau. Este archipiélago
del Océano Pacífico, habitado por unas 1.500 personas, tiene asignado el
dominio .tk. La guarida preferida por el cibercrimen internacional desde el
siglo pasado.
Tokelau ha sido la peor pesadilla de las fuerzas de seguridad y de millones de
usuarios durante años.
«Ver un dominio .tk es prácticamente lo mismo que ver un dominio .ru, que
es el de Rusia. Sabes que lo que hay por detrás, sea lo que sea, no va a ser
bueno», avisa Rafa López, experto en ciberseguridad de Perception Point. “Se
utiliza sobre todo para lanzar estafas masivas”.
Tokelau está formado por tres atolones que suman una superficie total de 12
kilómetros cuadrados. Sin embargo, su extensión digital sería inabarcable en
una sola vida. «Ahora mismo tiene registrados más de 19 millones de dominios.
Es el segundo en la lista mundial, solo por detrás de .com», detalla López.
Los dominios .es, por ejemplo, suman poco más de dos millones.
Cómo este remoto archipiélago logró convertirse en una megalópolis digital se
entiende con una de las premisas básicas de la red: registrar dominios .tk es
gratis. Cómo pasó a estar gobernada por el sindicato del phishing se explica
con otra: para tener una web .tk solo se necesita un nombre y no hace falta
que sea real.
«Por eso se le llama el paraíso del cibercrimen», dice el experto en
seguridad:
«Primero por ser gratis, ya que lanzar campañas de ataque masivas,
suplantaciones, etc. no cuesta nada. Y segundo porque se puede hacer de
manera completamente anónima. No te hace falta irte a la dark web para
anonimizarlo todo. Para terminar, como hay una empresa de por medio que es
la que hace todos los registros, estás protegido de cualquier requerimiento
internacional».
Esa empresa es Freenom, que gestionó el registro de dominios .tk hasta 2023,
cuando todo explotó. Una demanda de Meta (propietaria de Facebook, WhatsApp e
Instagram) ha parado la actividad de la compañía, que no estaba registrada en
Tokelau. Los tokelauenos dicen que no supieron nada de sus actividades hasta
que fue demasiado tarde. Ahora pelean para recuperar el .tk.
El vaquero de las redes holandés
Además de a Freenom, la demanda de Meta apunta a dos personas. Una es Joost Zuurbier, el empresario de
Ámsterdam que los tokelauanos señalan como el causante de todo en una reciente
investigación publicada en
Technonoly Review, la revista del Instituto Tecnológico de Massachusets (MIT), la primera que
consigue aportar su versión de la historia.
Tokelau es un territorio dependiente de Nueva Zelanda, que dista 3.500
kilómetros y financia muchos de sus servicios básicos. Posee una de las
economías más pequeñas del mundo.
«Sin embargo, tiene sus propias instituciones políticas, sistema judicial,
servicios públicos (incluidas telecomunicaciones y transporte marítimo) y
pleno control de su presupuesto», explica el Ministerio de Exteriores neozelandés.
«Tokelau tiene una estructura política única», continúa el organismo:
«El cargo de Ulu-o-Tokelau, Jefe Titular del Gobierno, rota anualmente
entre el líder (Faipule) de cada atolón. El Fono General (órgano legislativo
nacional) se reúne tres veces al año y está compuesto por representantes
elegidos de cada atolón».
Ante ellos se presentó en el año 2001 Jost Zurbier. Quería usar el recién
asignado dominio .tk a Tokelau por parte del Icann (la Corporación de Internet
para la Asignación de Nombres y Números, una organización sin fines de lucro
estadounidense) para proponerles una idea de negocio.
El empresario holandés quería ofrecer la posibilidad de registrar páginas web
de manera gratuita. Pensaba que después de los correos electrónicos, el
siguiente paso sería que cada persona tuviera su portal en la world wide web.
Faltaban años para que Mark Zuckerberg creara Facebook, pero Zuurbier ya
pensaba que había dinero en la posibilidad de ofrecer a los usuarios un
espacio digital propio a cambio de insertar publicidad en ellos. El dominio
.tk le parecía el ideal.
A los representantes de Tokelau, a donde la radio había llegado en 1970 y el
teléfono en 1997, no les sonó mal. Ni siquiera sabían que el Icann les había
concedido un dominio. «Descubrimos el .tk», recuerda en la
Technology Review; Aukusitino Vitale, que en aquel momento era
director general de Teletok, el único operador de telecomunicaciones del
archipiélago. Zuurbier
«pagaría a Tokelau una determinada cantidad de dinero para que Tokelau le
permitiría utilizar el dominio», continúa.
Hubo acuerdo. Una parte de lo que pasó después se incorporó al lado más oscuro
de Internet. La otra ha salido a la luz ahora.
«Él proporcionó todo el equipo, conectó los tres atolones y luego también
puso algunos fondos que yo solía compartir con la comunidad», dice Vitale. Aparecieron los cibercafés gratuitos en Tokelau, impulsados
con el dinero del .tk.
«Fuimos a ciegas»
«Escuchamos el éxito que tuvo .tk. Éramos más grandes que China»,
recuerda el ex director general de Teletok. «Nos sorprendió, pero no sabíamos
lo que significaba para Tokelau. Lo que fue más significativo en ese momento
fue que estábamos recibiendo dinero para ayudar a las aldeas. Entonces no
sabíamos nada del otro lado», asegura:
«Fuimos a ciegas. No sabíamos que sería tan popular».
Un ciclón de estafas, suplantaciones de identidad y cibercrimen se levantaba
alrededor del paradisíaco Tokelau mientras sus habitantes vivían ajenos a él.
Pero esa situación tenía fecha de caducidad. Ocurrió 10 años después, cuando
el Gobierno de Nueva Zelanda dio un toque a los responsables del archipiélago
respecto al .tk, que ya tenía un millón de páginas registradas.
Se pusieron en contacto con Zuurbier, quien intentó agasajarlos invitándolos a
Ámsterdam con todos los gastos pagados para que visitaran la sede de la
empresa. Después los llevó a un partido de Samoa en la Copa Mundial de Rugby.
Pero poco después de ese viaje, empezó a retrasarse en los pagos a Tokelau y
las quejas por el .tk se intensificaron.
Aunque la posibilidad de primar el anonimato por encima de todo y tener una
web propia resonaba muy bien en el primer Internet, la práctica fue quedando
aparcada con la aparición de las redes sociales y la necesidad de identificar
a los responsables de los actos delictivos de la red.
«Al final quien no quiere dar sus datos quiere hacer algo que no debe»,
opina Rafa López.
TeleTok se puso en contacto con Zuurbier para intentar que cambiara la gestión
de los .tk y limpiara el nombre de Tokelau. El holandés dijo que lo haría,
pero nunca ocurrió.
Colonizando dominios web
En el archipiélago la situación se enquistó. Sus responsables temían que si
rompía a las malas el pacto con Zuurbier, este retirara toda la
infraestructura digital que conectaba el archipiélago con el mundo.
Mientras, el empresario colonizó otros dominios web. Se hizo con la gestión
del .ga de Gabón, el .ml de Mali, el .gq de Guinea Ecuatorial y el .cf de
República Centroafricana. En todos aplicó la misma política que en el .tk.
Todo siguió igual hasta marzo de 2023, cuando Meta llevó a Freenom y Zuurbier
ante los tribunales.
«Los demandados han registrado, traficado y utilizado más de 5.000
nombres de dominio que son idénticos o confusamente similares a las marcas
de los demandantes», acusa la corporación, que cita ejemplos como
«faceb00k.ga, fb-lnstagram.cf, facebook-applogin.ga, instagrams-help.cf,
instaqram.ml, chat-whatsaap.gq, chat-whatsaap-com.tk».
«Los cinco dominios a los que Freenom presta sus servicios son los elegidos
por los ciberdelincuentes porque Freenom ofrece servicios gratuitos de
registro de nombres de dominio y protege la identidad de sus clientes,
incluso después de que se les presenten pruebas de que los nombres de
dominio se están utilizando para fines ilegales», dice la demanda de Meta.
La actividad de Freenom parece haber cesado tras la demanda. No existe
información oficial de cuánto paga (o pagaba) a Tokelau. Teletok no informa de
ello en sus cuentas ni sus representantes lo aclaran en la revista del MIT,
aunque dicen que
«no nos da mucho dinero. El .tk no fue nada para nuestros ingresos». Zuurbier dice en su Linkedin que su aportación representaba el 10%
del PIB de Tokelau.
Para los tokelauanos, lo importante es recuperar la gestión del .tk, algo que
consideran clave para consumar la descolonización de Nueva Zelanda, cuyo
Gobierno se ha comprometido a organizar un referéndum antes de 2025.
«No lo tendrán fácil», opina López, de Perception Point.
«La gente de Tokelau está intentando, para limpiar su nombre, recuperar el
control del dominio y que los ciberdelincuentes no puedan usarlo
anónimamente. Pero como es un dominio de segundo nivel, que no están tan
estandarizados ni protegidos como nacionales como el .es por ejemplo, se
considera que la empresa lo ha comprado y ya está. La gente de Tokelau no
puede recuperarlo y los ciberdelincuentes lo saben», sigue el experto.
A la espera de saber qué ocurre con Freenom y la demanda de Meta, López
recuerda que situaciones como las de Tokelau se podrían evitar. “Se podría
solucionar si hubiese intención tanto de las operadoras como de los gobiernos
de perseguir y sancionar este tipo de acciones de las empresas que amparan a
los ciberdelincuentes. Si no sacan tarjeta les permiten seguir jugando”,
recuerda.
«La Unión Europea tendría que poder vetar que empresas como Freenom actuaran
así desde su territorio. A veces será como poner puertas al campo, pero
cuantas más puertas pongamos más difícil lo tendrán».
Fuente:
El Diario
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